martes, 11 de diciembre de 2007

Carta de la hermana Celia

Queridísimas hermanas:
Cuando he empezado a escribir esta carta tenía un poco de miedo de no saber expresar bien los motivos que me han llevado a tomar la decisión, aparentemente incomprensible, de irme a vivir a esta residencia que se acaba de abrir para los enfermos de esclerosis múltiple. De pronto me ha venido a la memoria una idea luminosa, y le ha dicho al Señor “Hazlo Tú”, y llena de confianza me pongo al ordenador y comienzo.

A mis veintitantos años durante unos ejercicios cuando no tenía ni asomos de vocación oí esta frase: “ la vida solo sirve para darla.” A los pocos meses entraba en la Compañía. Aquella frase, que se me había grabado en el alma, sigue muy viva hoy.

Estos días copiando los ejercicios espirituales del P. Carrasquilla, me encontré una idea que también se me ha quedado grabada: ”Para revelar a Dios, Cristo se nos mete en la vida, se hace un hombre como nosotros”; se hace uno de tantos.

También estos días, y estoy convencida, no por casualidad, he vuelto a escuchar esta frase: “una misionera no se jubila jamás”. ¿Por qué me vino a la memoria esta historia? No lo se.

Pero son estas tres ideas que os he dicho al principio, las que me han convencido, sin una sombra de duda, de que a mis 71 años sigo siendo misionera de la Compañía en activo, con deseos de anunciar al Señor, desde mi situación privilegiada de minusválida, circunstancia que Carta de la hermana Celia me posibilita el ser, como Jesús “ uno de tantos” entre aquellos enfermos.

Y como la vida solo sirve para darla pues pienso, después de las vivencias que os he contado, que el Señor me pide que dé la mía, compartiéndola y siendo uno de tantos entre los enfermos que viven en esta residencia.

Y termino diciendo a todas cuanto os quiero. Agradezco todo lo que me habéis ayudado siempre con vuestra paciencia, cariño, comprensión. No me olvidéis en vuestras oraciones, porque el espíritu está pronto pero la carne es flaca.
Celia